Marc Martí, alma de la empresa de impresión digital que lleva su nombre, tiene en su sede del Poblenou de Barcelona carteles de épocas y estilos muy diversos

 

DANIEL ROMANÍ
BARCELONA

No, no dedico esta serie de reportajes a mujeres seductoras, pero ha coincidido Marilyn Monroe de ayer con esta chica fumando que anuncia una marca de cigarrillos. En esta serie ya verá que, desgraciadamente, las mujeres tienen poco protagonismo, porque coleccionar va asociado al ocio, y las mujeres han tenido mucho menos que los hombres. Lo que ellas han coleccionado a lo largo de la historia es sobre todo recetas de cocina y sacrificios.

Éste es uno de los carteles más valiosos que tiene Marc Martí en la sede principal de su empresa de impresión digital, en el Poblenou de Barcelona. Nítidamente modernista, fue realizado por Aleardo Villa. Con este dibujo se llevó en 1901 el primer premio -10.000 francos- del concurso de carteles de Cigarrillos París. Era un concurso internacional de gran prestigio, que organizaba Manuel Malagrida, indiano olotense afincado en Buenos Aires, propietario de la empresa del mismo nombre: Cigarrillos París.

Marc Martí es el pequeño de seis hermanos. “Tenía que espabilarme y ganarme la vida. En 1977, cuando yo era muy joven, invertí 25 pesetas en un cubo, una escoba y pegamento para enganchar carteles y ganar cuatro duros”. Así empezó su relación con el mundo de los carteles. “Con compañeros del instituto enganchábamos de política, de conciertos… Alguna vez nos vapulearon”, recuerda mientras me va abriendo grandes cajones llenos de carteles. «Mira este texto: es de un publicista que se publicita». Leo: “Quiere Vd. ¿que el público se interese por sus propagandas? La cosa es muy fácil. Encargueme Vd. un dibujo y verá enseguida la diferencia que existe entre el trabajo moderno que sale de mi estudio y el que utilizó Vd. hasta la fecha para el reclamo de sus artículos que, tal vez, fué la creación de una mando inexperta”.

Ciertamente, tiempo atrás eran menos sutiles. El texto está firmado por Zsolt, excelente artista húngaro afincado en Barcelona. Marc Martí conserva también el dibujo que hizo Zsolt para Anís del Tigre: un tigre que se come un mono, en clara alusión a su competidor, Anís del Mono. “Este cartel fue especialmente polémico y después de una serie de denuncias se retiró”, me explica Marc mientras fijo la mirada en el rótulo luminoso de la mítica casa Vinçon que estaba en el paseo de Gràcia de Barcelona y que cerró hace unos años; al lado hay uno más antiguo que dice “Sastrería eclesiástica”.

«¡Son tantos los artistas catalanes que han hecho carteles de calidad y de gran eficacia comunicativa!», subraya Marc Martí. Y empieza a decir nombres: Lola Anglada, Josep Artigas, Ramon Casas, Antoni Clavé, Carles Fontserè, Ricard Giralt Miracle, Adrià Gual, Javier Mariscal, Joan Miró, Xavier Nogués, Josep Obiols, Alexandre de Riquer, Santiago Rusiñol, Enric Satué, Antoni Tàpies, Antoni Utrillo… De todos ellos tiene obra.

Una de las pocas formas que tenía el régimen franquista de salir de la autarquía era, como es sabido, el turismo. Para abrir las ventanas de país y promocionarlo, el cartel era uno de los mejores medios. Josep Morell fue uno de los artistas que más carteles pintó con ese propósito. Y uno de los que Marc Martí tiene de Morell promociona “Santa Fe del Montseny. Estación climatológica de primer orden a 1.700 metros de altitud ya 70 kilómetros de Barcelona”. La distancia a Barcelona es más o menos correcta; la altitud, en modo alguno: corresponde al Cerro del Hombre, la cima del Montseny. Sí, publicidad engañosa siempre ha habido.